The Angel with the Flaming Sword, 1893;
Edwin Howland Blashfield.
|
Hablaba con una amiga hace unos días sobre si el tiempo lo pone todo en su lugar.
La interpretación que yo logro entender sobre el concepto "tiempo" me impide creer que eso sea así porque desmontaría muchas teorías, pero tampoco puedo descartarlo porque las experiencias que yo he vivido me demuestran que algo de eso existe y que es real. Así que cambiaré la palabra tiempo por suerte y entonces empezará a cuadrarme todo, aunque esa palabra tampoco sea la correcta.
Si no es el tiempo ni tampoco es la suerte, no sé que clase de fuerza es la que hace que, de forma natural y sin que intervengan las acciones de nadie, a cada cerdo le llegue su San Martín, cada oveja vuelva con su pareja y cada mochuelo a su olivo en un plazo más o menos corto que permita a quien se vio perjudicado por el puerco, la oveja o el mochuelo, observar cómo van caminando, volando o balando hasta su lugar de origen o hasta el matadero más cercano.
Podría pensar que son el Karma o el destino los que se encargan de ajusticiar a los guerreros que en su batalla, se dedican a lanzar flechas contra inocentes sólo por verles sufrir o en algunos casos, porque les estorban en su camino, pero ni creo en el Karma ni en el destino porque si de verdad existieran, esta ley se cumpliría siempre y por desgracia no es así. Hay injusticias que nunca se resuelven y crímenes sin condenar.
No me queda más remedio que pensar que esa suerte de la que hablo y que influye para que “el que la hizo la pague” no favorece ni perjudica a quien la hizo sino al que la recibió, o sea al perjudicado.
Ese es y no otro el que dispone de esa suerte que se va poniendo de su lado o en su contra en algún momento, incluso a veces cuando ya ha olvidado y perdonado a quien le hirió.
Esa suerte podría corresponderse con un ángel de la guarda en términos más religiosos si no fuese porque el mío, el que aparentemente me acompaña simulando ser el tiempo que pone en su lugar las flechas que me lanzan, no ha evitado nunca que esas flechas se me claven, sino que lo permite y las desclava después para lanzarlas contra su destinatario y hacer que le saquen un ojo, o bien se le claven en el culo al tratar de huir. Así que el mío, en caso de que existiera, sería un ángel vengativo y me atrevo a decir que hasta tiene algún vínculo especial con la muerte, en casos muy concretos que me asusto hasta de recordar.
No es la primera vez que experimento un desenlace terrible para quien, de alguna forma y siempre conscientemente, me atacó sin motivo o con motivos muy suyos para conseguir sus objetivos. Supongo que debo ser un blanco fácil para todo tipo de manipuladores e indeseables, pues mi carácter no invita a predecir un posible contraataque que llegue desde mi mano y con mis propias armas. Pero mi suerte, la que me acompaña disfrazada de ángel o de Karma o de tiempo o de destino, no necesita más que las mismas armas del que las usa para vengarme a mí. Y así ha sido todas las veces en las que he visto caer desde lo más alto a personas que me hicieron caer a mí hace años, arruinarse a quienes me arruinaron y hasta morir al que me deseó la muerte.
Que “quien a hierro mata a hierro muere” sea cierto o no, parece ser que sólo depende de la suerte del que muere y no del que mata, pues es menos hábil, según las leyes ocultas del universo, la mano del que maneja el puñal contra el pecho ajeno que la que lo arranca, invisible, para volverlo a usar.
Hasta descubrir quién se esconde detrás de esto, quién me acompaña en silencio o que tenebrosa estrella decidió alumbrarme al nacer, viviré en vigilia constante intentando, más que no hacer daño, que no me lo hagan a mí, pues temo que quien se atreva a encender una hoguera a mi alrededor acabe agonizando ante mis ojos, mientras su cuerpo se funde en ella.
María Mañogil Feliciano.
Palma de Mallorca (Baleares) España.
4 de febrero de 1972
Cursó un grado medio de Administrativo y actualmente prepara el acceso a la universidad en UIB (Universidad de las Islas Baleares).
Actualmente colabora en las siguientes revistas electrónicas: Cinco Centros, Pillaje Cibernético y Letras Raras.
Comentarios
Publicar un comentario