12 razones para escribir



1. Hay que escribir para acortar distancias; rellenar los espacios entre el tú y el yo con palabras. Borrar los acantilados de a poco, arrojando un verbo y un adjetivo de vez en cuando. Crear puentes para llegar de la aldea que tenemos en la cabeza a las aldeas de los demás, y ser participantes en un potlatch que nos retroalimente el espíritu a medida que damos lo que más de íntimo poseemos: nuestro lenguaje en forma de texto.


2. Se puede escribir de todo. Desde una carta simplona hasta una novela de éxito mundial. Se pude escribir inventando lenguas nuevas, robando ideas y transfigurándolas para hacerlas propias. Se puede escribir sobre lo que ya está escrito. En fin, si se te ocurre, se puede. Y como se puede, ¿por qué no hacerlo?


3. La lista del súper deberíamos considerarla también como una literatura de la vida cotidiana. Y no solamente las listas del súper, sino cualquier otra lista que nazca de un acto individual de la necesidad por poner las cosas de nuestro mundo en orden.  Porque al final eso es la literatura más consagrada y que con justa razón ha sobrevivido a los años, a los siglos: una forma de enlistarnos y ordenarnos en el mundo a través del papel para tener una guía de lo que podemos ser.


4. Escribir es como jugar Tetris: las piezas se van acomodando una sobre otra, una junto a otra. Mientras más jugamos, mejor sabemos cómo embonar cada pieza de forma que ninguna sobre o falte. Las palabras igual bajan primero lento de nuestra mente a nuestra mano, para alojarse en el papel. Mientras más escribimos, mejor sabemos hacer que las palabras se encadenen.

5. Escribimos porque las noches de insomnio o ansiedad (o ambos) tienen que ser ocupadas en algo más que mirar el techo por horas. Además, ese es el mejor estado de ánimo para escribir. Tesis enteras de doctorado se han puesto en palabras cuando sus autores necesitan desahogarse de alguna pena. Incluso grandes novelistas y poetas pasaron sus veladas frente al papel y durmiendo durante el día. Yo creo que Stoker se refería a eso cuando  publicó Dracúla: el escritor que se nutre de la belleza de las  mujeres, ya sea amándolas y siendo amado, o despreciándolas luego de hacerlas amarlo. Sin embargo, el que más concuerda con la idea del vampiro es aquél que ama y es despreciado. Por eso, en venganza, busca otros cuellos durante la madrugada y se acuesta al despuntar el primer rayo de sol, para descansar la resaca después de dejar su reflejo en las palabras sobre el papel. Poco a poco, si sabe ser un buen ejemplar de la estirpe, alcanzará la inmortalidad.

6. Porque si uno bebe demasiado tiene muchas oportunidades de ser un buen escritor. Con esto no digo que cualquier alcohólico es capaz de escribir algo que valga la pena, pero hay de dos: o  encuentras la manera de contar tus anécdotas de ebrio de forma coherente y con tu propio estilo, o escuchas atentamente las historias de los otros ebrios mientras bebes con ellos (también puedes usar una grabadora, pero sin que se den cuenta)  y así, al llegar a casa, darle forma, quitar la paja que pueda haber y pulir el oro de esas conversaciones que fácilmente te podrían valer uno o dos premios literarios si sabes cómo transformar las incoherencias de tus compañeros de barra en oraciones bien estructuradas. Aunque también las puedes transcribir como tal y alegar que te apegas a la lengua popular.


7. Se escribe para vender, lo cual está bien porque en esta vida todo tiene un costo monetario. La cosa es saber qué se está vendiendo, la imagen de uno o el trabajo que hace, calidad o cantidad, placer textual del lector o gozo creativo del autor. Quizá no haya una respuesta, quizá la respuesta esté en la perspectiva de cada uno.

8. Decir “soy escritor” lo puede hacer cualquiera, pero no muchos lo sostienen. Por eso hay que dejar pruebas de tu labor. Si no te publican, busca la forma de aparecer en algún programa de ponencias, abre un blog, reseña libros de interés general. Poco a poco aparecerás en algún buscador de internet, mínimo. Así, cuando te pregunten  “¿A qué te dedicas?”,  podrás decir con toda seguridad “Soy escritor”. Porque aunque trabajes en algo más para sostenerte, como todos hacemos, escribir es un orgullo; muchos se rinden a medio camino, o antes de iniciar la competencia, pero quien puede seguir esforzándose es un valiente y se merece el título.

9. Nunca será suficiente lo que está escrito. Por millones de años las sociedades han buscado una forma de plasmar sus ideas. Los dibujos en las cuevas eran una forma de escritura. Ahora escribimos en archivos virtuales. El tiempo ha cambiado la forma en que se guarda el texto; pero sin importar esto, siempre se busca escribir, se piensa en escribir. Escribir es la mejor forma que tenemos para dar cuenta al futuro de lo que pensábamos, de lo que sentíamos, de lo que vivíamos.  Y siempre querremos saber más sobre el pasado. Por eso quien esté capacitado para ello, debe escribir. Porque las palabras se pueden combinar de formas infinitas y por más que se trate, no se pueden agotar.

10. ¿Han leído lo que se escribe últimamente? ¿Los libros que más se han vendido en estos años les convencen? ¿Los ven como literatura que valga la pena? ¿Creen que con los años se vaya a estudiar, no sé, la morfosintaxis de 50 Sombras de Gray, o el amor cortés en Crepúsculo? ¿Los Juegos del Hambre los hacen buscar en sí mismos las respuestas y las preguntas sobre si el futuro será un buen lugar para vivir? Si respondieron “no” a dos o más de estas preguntas, entonces ahí tienen otra razón más para escribir.

11. Escriban para ser leídos. El que asegura que no es necesario, que escribe sólo porque le gusta hacerlo, o teme demasiado a las críticas o no sabe para qué funciona la escritura. Porque más allá de que por medio de las palabras los demonios se vayan lejos y las mentiras sean verdades de papel que uno se acaba creyendo luego de repasarlas tanto, si uno no llega a los ojos de otro  y recibe un comentario, cualquier tipo de comentario, nunca será escritor. El escritor sabe aprender de las críticas acertadas, defenderse con elegancia de los ataques infundados y, sobre todo, no tomar tan en serio los halagos. Eso sólo se logra al ser leído, porque los ojos ajenos son el primer filtro de quien tiene el temple para este oficio.

12. Escribimos porque dibujar y colorear con palabras es de niños grandes. Porque toda nuestra vida vamos a llevar el lenguaje a cuestas, y a algunos nos pesa mucho, así que necesitamos ir dejando poco a poco, regado por el camino, parte del equipaje. Porque todo lo que vemos está hecho de letras, y las letras crean palabras, y entonces nace el mundo ante nosotros como una proyección de las historias que somos. Porque nuestros cuerpos están tatuados pero la tinta que usaron no se ve más que a la luz blanca de la página. Porque tenemos tinta en vez de sangre y nuestras heridas crean historias que nadie más que nosotros pude contar. Escribimos porque elegimos escribir, y si hubiéramos tomado cualquier otra opción, tal vez sería un error.


José Luis Dávila - Puebla, México: 1990) realizó estudios de Lingüística y Literatura hispánica. En 2015 aparece Entre paréntesis, su primer libro, el cual es un compendio de ensayos publicado por el programa Tierra Adentro del Consejo Nacional del Cultura. Ha colaborado en diversas revistas electrónicas independientes, como Letras Raras, Neotraba y Cinco Centros, de la cual es director desde 2012.

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