(Ahuachapán, EL Salvador; 1971). Fue miembro
fundador y director de los grupos literarios “Tecpán”, de la Universidad Dr.
José Matías Delgado y del “Taller Literario del Parque”, en su ciudad natal.
Fue miembro del equipo coordinador del suplemento cultural “Altazor”, del
diario El Mundo de El Salvador. En su haber tiene los libros Efecto Residual
(Ediciones Mundo Bizarro, Guatemala, 2004); Erosión (Editorial X, Guatemala,
2015); Un insecto empalado en tu seno (Proyecto editorial “La Chifurnia”, El
Salvador, 2015); Zumbido (Editorial Ixchel, Honduras, 2016) y recientemente
apareció en la antología Subterránea Palabra (Editorial THC, El Salvador, 2016).
CÓCTEL DE CIANURO.
A Manuel
Acuña.
Coahuila
apenas ronca diminutas piedras
Apenas
Y
se sube al tobogán del invierno
Ese
bisturí que abre poco a poco las arterias de la tierra
Esa
tierra sabe a pan
Llora
Fulgura
plácidamente las chuchillas afiladas del poniente
Sabe
a fábula
A
superstición suprema con el aliento sangrante de los muros
Es
1873
6
de diciembre
Y
el aire encadena a Rosario
Al
destello del corazón con el tamaño de la ira
Cuando
el sol arrincona el pulso en las alcobas
Es
6 de diciembre
Y
apenas el calendario es un nido hueco
Una
pupila lagrimeando el ruido de los caballos
Por
la luna
Por
el amor ido en sus cascos plateados
El
sonido de esa crin apenas escrita en cada vena
La
noche tiene el cerrojo de las huellas
El
broche de veinticuatro años cargados de pobreza
Las
estrellas
Manuel
Son
ruiseñores ahorcados
Carroña
de los sueños
Nerviosos
cataclismos
Cuando
Se
termina de escribir sobre la muerte con cianuro
Coahuila
apenas miente al extrañarte
Yo
también soy un mentiroso
Que
apenas conoce los arpegios de tu lira
Tu
voz enajenada en cada brasa del horizonte.
CUARTO
DE HOTEL.
Anochece
una
aguja líquida empieza a asomarse
en
la ventana
apenas
llegamos ayer
balas
listas
pistola
recién comprada
bolsas
negras
kerosene
en abundancia
apenas
llegamos ayer
la
mujer secuestrada
muestra
un estanque perlado en sus manos
unas
uñas de cierzo dulce
muestra
el
planisferio blanco de su ano
el
alabastro rumiante de sus labios
con
los golpes
ronca
a
veces cuando el cansancio vence
su
aorta
su
indecisa cabellera núbil
al
rodar por el suelo
apenas
llegamos ayer
y
ya quiere morirse.
UNA CANCIÓN DE THE BEATLES.
La radio de Juárez
tiene la voz borrascosa
más dura que la sirena de una ambulancia
Lennon se abre paso a través del smog
el semáforo está circuncidando el asfalto
espero poder pasar mientras me como las uñas
no sé si es más agradable
escucharle a él desde esa pequeña tumba
que una lectura solar entre los dedos
calientes
por el aliento de las balas
me han disparado en el bulevar Zaragoza
en el vértice de un poema pronunciado por el aire
en esa esquina donde el tiempo hace una pausa
en un anuncio de neón
me dieron un tiro en la frente
lo hizo el niño de la bicicleta
con rostro de carnero
inocente
con ojos glaciales
al cobrarme por las piedras de crack
llevaba la piel rota
y esa sed en la mirada
que llevan los asesinos.
TINTA
I
La tinta puede trasnochar
puede hacerlo
cuando sus lágrimas
huérfanas invernales se apoderan
de la mano
que parpadea con el tamaño de las cosas
puede hacerlo
y dejar Ciclópeas zigzagueantes
dibujadas en los dedos
después de matar
la ceñida leche de unos senos
en ese poema que nunca lees en público
se desvela
con los plegados dados de la luna llena
al pie de la ventana
de la casa habitada por espejos
de la cantina rodando
sobre los tambores de la lluvia
con el compromiso de escribir
hasta terminar muerto
sobre el paño deshojado del papel
con las voces de los borrachos
del edificio rezumando las penas de los amantes
encenizados muslos
ruiseñores trinando lunas viejas
disparos de charol sobre las calles
machetazos de piedra lapidando los calendarios
de la adolescente secuestrada hace meses
puede trasnochar
hasta penetrarte
con la resonancia del adjetivo justo
debes aprender a cargarla
es un yunque
tiene los ojos entornados
cuando lee el testado refugio de tu vagina
II
La tinta tiene delirios de grandeza
cuando un poeta le frota el culo
cuando forniqué con ella
la primera vez
me salpicó con toda su angustia
era cruel
he quedado prendido de su oscuro ojo
su furioso agujero
donde naufragan pájaros de ceniza
deletreados
en la taza de café
amo fornicarla
desprenderle sus calzoncitos negros
bajarle las medias tatuadas de abecedarios
morder la curva humedad de su sexo
su cóncavo perfume de armadura
retando siempre a la muerte
amo su piel densa
para abrirla
sofocarla
herirla
hacerla sangrar
hasta hacerla morir
de placer
sobre la página en blanco
cada vez que escribo
cometo un asesinato.
CENIZA
A Otto René Castillo.
Quedó desnuda la ceniza
de mis huesos
la de mi mujer
en el plateado laurel
de trece voces
con sus oscuras lunas
en el rocío
y sus manantiales rotos por la melancolía
mi voz de ceniza también se desnuda
como una sepultura de papel
desde donde cantan
aves
árboles
lunares en el estómago
que se vuelven parche
a la hora de un balazo
quedó desnuda mi ceniza por el aire
en el gemido del machete
en la ceguera afilada del tiempo
en la blanca madrugada
en que Nora
llora
por los hijos que desterramos al silencio
se desnudaron también
las lágrimas
con sus gemidos
los ladridos de los perros
en el monte
el aire
con su arpa degollada por el grito
el crepúsculo bramando
como hembra desflorada
el esqueleto de las veredas
la piel del elefante
en que se convierte el cielo
en este mes de abril
quedó desnuda mi ceniza
como toro herido
con la osamenta de los mares
quedó desnuda como abecedario de hollín
cada vez que se acerca el invierno.
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